-“¿Qué
quieres que haga yo?”. Pregunto angustiado a mi demonio que menea su cornuda cabeza,
envuelto en la frialdad del desdén. Sé que me aprecia, sin embargo, pues no me
ha abandonado nunca al letargo ni ha dejado un momento de pisotear mi famélica
alma. –“Vive”. –contesta sonriendo sabio. Le doy vueltas a mi dolor y a su
respuesta como a un trapo que hay que secar. Tiendo mi corazón en las cuerdas
del olvido, sujeto por las patas del ave del fracaso y le digo que no volveré a
recogerlo, que así no me dolerá más. Sonríe mi demonio de nuevo. Se regocija en
mi sufrir y disfruta de mis continuas caídas en el pecado y el desconsuelo pues
sabe que no tardaré en volver a buscarlo. – “No hay beso sin labios ni amor sin
dolor”. –Pronuncia sarcástico mi demonio, mi ángel de la guarda, el que no me
abandonará jamás y al que estaré eternamente agradecido. Traté de ahogarlo en
alcohol, de asfixiarlo con el humo de mil cigarros, de ensordecerlo en decenas de
conciertos, de abrumarlo con mis pocas alegrías y mis muchas estupideces y, sin embargo, continúa a mi lado, impertérrito,
inamovible, impasible pues me sabe su víctima y su razón de existir. “Asterión”-
llamo, pues así se llama –“he quedado con mi pasado al borde del acantilado
para ver quien tiene más huevos”. –“Te vencerá. No sois más que pasado, un
presente que no sabéis vivir y un futuro que no conocéis” –responde.
Jto
No hay comentarios:
Publicar un comentario