Bandolero




Cabalgué como un bandolero de trabuco, noche tras noche, asaltando todas las tascas y marcando a navaja los corazones para que no olviden.  Mis botas golpearon el empedrado de mil calles, en cien barrios de aquellas ciudades que aún no habían oído su tañir. Mi mirada se posó sólo allí donde no era bien recibida y anidó como el cuco, en nido ajeno. Mis manos derribaron a pedradas la luna y entregaron los pedazos a la furia de los charcos. Y resurgí incólume, alba tras alba, para volver a incendiarlo todo ocaso tras ocaso.


Jto        

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