Mercadillo






   Que ya me pesa el saco de los errores y más me pesa la arrogancia de que los cometería de nuevo, cada uno de ellos, pues sin ellos no sería yo y no tengo años ya para descubrir quien coño sería. Por eso he montado este puesto de abastos, esta mesilla de trilero para que cada uno coja lo que más le guste. Hay para todos, no os empujéis pues quedaréis saciados. Os ofrezco un puñado de enfados con esos amigos que me dijeron la verdad, un montón de besos a los que no supe responder que di a destiempo o a quien no los merecía. También tengo en oferta un par de docenas de abrazos que jamás agradecí: seguro que hay talla para todos. De sonrisas tengo pocas pues les cuesta crecerme dentro, hipócritas ninguna, al menos las que tengo son sinceras aunque no salieron cuando debieron. Tengo también cerca de una tonelada de palabras que hirieron a quienes me querían que solté como una jauría de podencos que no supe o no quise guardarme que dije sin pensar o pensando herir con lo que decía. También tengo collares cuyas cuentas están hechas con el fango del infierno: los fabriqué con mis más negros pensamientos ¡alguno habrá de vuestro gusto! ¿El precio? Tan solo me conformo con que no me paguéis con la misma moneda. Guardaré para mí el zurroncillo lleno de agujeros que robé para llevar mis alegrías.

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